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Faltaban cuatro minutos para el silbatazo final. Bueno, cuatro más los cinco que agregó el árbitro. Agotado por perseguir todo el segundo tiempo al Speedy Torrico, desesperado de jugar al borde del límite por tener una tarjeta amarilla a cuestas, pero sobre todo, muy por encima de cualquier otro detalle,
el Filos Tapia era la viva imagen del enojo.

Su rostro, así como los puntapiés desesperados que soltaba sin fuerza a los tobillos de Torrico, denotaba que se sentía humillado por los túneles (caños, pues) y lujos que le pintaba el rápido delantero que dejó de ser rival para convertirse en enemigo.

Torrico también estuvo abusando. Sabía que el defensor con cuchillo en la boca estaba cansado y amonestado, que podía marcarlo cuerpo a cuerpo más por malicia que por resistencia física, le daba largas para ingresar al área ya fuera para servir a un compañero o disparar al arco pues tenía ganas de divertirse con el pobre Tapia.

Al minuto 86 Tapia no pudo más. Un segundo antes de reventar el balón, se percató de que su entrenador charlaba con el Zancos Pulido, un defensa central pésimo para las coberturas pero veloz; urgía estorbar a Torrico. Tapia pateó el esférico hacia la tribuna, acción que extrañó a todo mundo, incluso al Speedy.

-Tapia, ¿qué haces? ¿Miedo? ¿Ya te doblaste?

-Ahorita vas a ver, mi Speedy. Ahorita vas a ver.

Tapia corrió hacia la zona técnica para pedirle a su entrenador que no gastara el tercer y último cambio metiendo al Zancos. Le rogó, le suplicó que pusiera a calentar al Rábano Mendoza, arquero suplente.

-¿Qué chingados pasa, Filos? ¿Acaso se lesionó…?

-No, profe, no. Nuestro portero está bien.

-¿Entonces? Chingada madre, explícate rápido.

-Sólo le digo que ponga a calentar al Rábano. Será nuestra salvación.

– Confíe en mí, sé lo que le digo.

Para sorpresa de muchos, el técnico frenó el cambio y mandó al Rábano a calentar. Nadie entendía nada. Tapia se dirigió con lo que le quedaba de cuerpo hacia su portero: “Perdóname mano, pero es necesario ya”.

Se reanudó el partido con el saque de banda. Le tocaron el balón a Speedy, quien se dirigió al área rival, donde Filos lo esperó sin mover un solo dedo.

-Ándale hijo de puta, ven, acércate. Quiero ver que te atrevas entrar al área.

-No me retes, Tapia.

-Ándale, no temas. Quiero ver cómo te dolerá que tu equipo no haga gol.

La sangre le hirvió a Torrico con el reto de Filos, un defensa al que ya daba por muerto y como tablero de burla. Con la rapidez que distinguía a sus piernas, Speedy ingresó al área queriendo hacer una bicicleta cuando un tractor -porque no fue una plancha, sino un tractor- le trituró el tobillo derecho.

La cronología después de la patada, y antes de reanudar nuevamente el juego, fue la siguiente: Torrico se queja del dolor-Filos se carcajea- Compañeros de Speedy arremeten contra Tapia-Compañeros de Tapia intercambian golpes con los compañeros de Torrico-Árbitro amonesta a cinco y expulsa con roja directa a Tapia-Árbitro pide ingreso de asistencias médicas-El entrenador de Tapia ha entendido: tiene que entrar el Rábano, un gran atajador de penales-Speedy sale en camilla, ya no puede continuar-Tapia se va a los vestuarios aplaudido por su afición, agredido por la afición contraria (le avientan bolsas con orines)-Árbitro se acuerda de que tiene que marcar penal-Ingresa Rábano y sale el arquero titular-Ingresa el sustituto de Torrico, un chico desconocido-Chico desconocido coge el esférico para ejecutar el
penal.

O el chico desconocido cobró mal, o el Rábano es el rey para atajar penales. Amén de las discusiones sobre si es un volado o no, un penal también es oportunidad manifiesta para que un tirador exhiba su incapacidad para ejecutar y para que un arquero presuma sus dotes heroicos en el mano a mano más tenso de un partido.

Acá, el Rábano Mendoza fue el triunfador del mano a mano. Sin Speedy en la cancha, después de un penal no convertido, los equipos se dieron por bien servidos; unos se derrumbaron en lo anímico, otros agradecieron tener que defenderse sin esfuerzo.

Faltaban unos minutitos para que finalizara el encuentro, ¿para qué prolongar las respectivas agonías? Al árbitro se le ocurrió agregar cinco minutos por aquello de que no lo fueran a criticar en televisión; caramba, en las tribunas y en la cancha todos pedían la conclusión.

Y el tema fue…

Al día siguiente, ¿usted qué cree que abordó la prensa sobre lo acontecido en el partido?

A) El pique entre Torrico y Tapia que derivó en una fractura.

B) Los golpes que se registraron en el vestuario al término del juego; madriza la que le acomodaron a Tapia.

C) La acción/estrategia/maña del Filos Tapia pidiendo la entrada del Rábano Mendoza porque sabía que daría una patada y marcarían penal.

D) La figura de héroe del Rábano Mendoza por atajar un penal.

E) ¿Quién es el chico desconocido que cobró y falló un penal?

F) La amargura de un portero titular que tiene como único defecto no ser un gran atajador de penales.

G) Todas las anteriores.

¡Ninguna! Como si se hubieran puesto de acuerdo, diarios y portales comulgaron en el entendido de que fue un 0-0 insípido, aburrido y sin goles. Claro, hay que resaltar que un 0-0 es un marcador sin goles. Allá ellos.

Juro y perjuro que el Filos Tapia estuvo a punto de desmayarse, era un bulto sostenido en la inercia de sus movimientos, cuando quién sabe cómo sacó fuerzas para tronar al Speedy Torrico. Juro y perjuro que
fue un tractor, no una plancha, lo que pasó encima del tobillo de Torrico; un tractor que diseñó la prolongación de un 0-0 muy poco común en estos tiempos.

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Por Elías Leonardo / @jeryfletcher

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