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Marta Vieira da Silva

«Querida Marta, de 14 años, sube al autobús. Sé lo que estás pensando. Sé lo que estás sintiendo. No pienses en ello, lo asustada que estás, los nervios… Como todo el mundo ha dicho que no puedes hacerlo … Que no debes hacerlo… No pienses en nada de eso»

Hoy más que nunca se ha visibilizado al futbol femenil como una rama del futbol que puede abrir más oportunidades para las marcas y las audiencias. Esta nueva brecha no se habría abierto de no ser por jugadoras que lucharon contra los estereotipos de género en el balompié mundial. Es la historia de Marta Vieira da Silva, jugadora que rompió fronteras. Marta Vieira da Silva nació en 1986, año en el que, aunque ya no había una prohibición oficial para que las mujeres no jugaran futbol, aún se tenía el estigma de que este deporte era solo para hombres.

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En su natal Dois Rianchos, un poblado del noreste brasileño, peleaba constantemente por tener el balón (en sentido figurado y literal). «Cuando me veían jugando al fútbol con los niños, mis hermanos mayores venían, corrían detrás de mí para llevarme a casa y yo salía corriendo. La mayoría de las veces no conseguían alcanzarme porque era más rápida», dijo en entrevista con Clarín. Algunas veces le permitían jugar, pero solo con los más malos de su colonia, solo para no “opacarlos”. Sin embargo, ella se aferró a jugar con quien fuere y donde fuere.

En todo momento, su familia insistía en que “debía jugar a las muñecas” o bien que se enfocara en actividades que la “devolvieran al mundo femenino”. Esa lucha la convirtió en su bandera permanente.

Así, de forma tempestiva, se lanzó a probarse al Vasco da Gama en Río de Janeiro a sus 14 años. Aquel viaje duró tres días en autobús, pues no tenía dinero para pagar un boleto de avión. «Cuando llegué a Río noté la diferencia de la cultura, las personas y las chicas del equipo que estaban mucho más preparadas que yo, y trataba de quedarme el máximo tiempo posible en el campo para tratar de entenderlo todo», relató en alguna ocasión.

Por ello, su visión de juego y su carácter autodidacta la llevó a pasar dos años en este club y luego a Santa Cruz-MG. Después saltó al club sueco Umea cuando apenas tenía la mayoría de edad y donde nuevamente se arriesgó en busca de crecer como deportista y tener proyección mundial. Allí conquistó una copa de la UEFA en la temporada 2003-2004.

Los frutos llegaron pronto y se le abrió camino a la liga estadounidense, donde jugó para  Los Ángeles Sol, el F.C. Gold Pride y el Western de Nueva York. Además, fue convocada para su selección, después ser medallista olímpica y, al final, ser de las jugadoras más laureadas en todo el planeta. El tabú se rompió, para bien de los que amamos el futbol femenil. 

Se integró al proyecto estadounidense que planeaba transformar el futbol femenil profesional en una realidad por el 2009, sin embargo, dentro de la incertidumbre que reinaba en la liga, Marta era la única certeza. Aprovechó el descanso de verano para volver a su país, jugar y ganar una Libertadores con el Santos, pero en 2012 regresaría al balompié sueco con el Tyresö y luego con el FC Rosengård.

Aunque en algún momento se le apodó la “Pelé con falda”, la verdad es que Marta ha sabido desligarse de toda apología al futbol masculino con una historia llena de determinación, pero sobre todo con una lucha incansable para que exista equidad dentro y fuera de la cancha.

Así, en su labor como embajadora de Buena Voluntad por la ONU, ha tratado de reducir la pobreza y fortalecer el rol mediático de las mujeres. Este cargo solo lo tienen ocho personas y solo ella desempeña dos labores. «Este premio fue uno de los más importantes de mi vida porque uso mi historia como ejemplo para ayudar a otras personas a pensar en un futuro mejor», refirió.

Esa niña asustada por el bullicio de la ciudad de Río de Janeiro debe sentirse orgullosa por haber dado un gran pase por el futbol femenil en el mundo e inspirar a miles de personas más para luchar con sus prejuicios, contra la falta de apoyo, contra la misoginia, contra todo. Justo como aquel golazo que anotó en el Mundial de China 2007 ante Estados Unidos y que selló el pase a la gran final de ese mundial.

Actualmente, Marta Vieira da Silva milita con el Orlando Pride y a sus 36 años, es la mayor anotadora en las copas del mundo de la FIFA con 17 goles. Sí, se le ha negado el oro en los Juegos Olímpicos, incluido el de Tokio 2020 donde pareció ser su última oportunidad, y el trofeo de campeona del mundo, pero eso no parece opacar la carrera brillante de una persona que ha logrado trascender en un deporte que hasta hace poco había sido reservado para los varones.

Marta participó en cinco mundiales (Estados Unidos 2003, China 2007, Alemania 2010, Canadá 2015), dos en la categoría sub-19 (Canadá 2002 y Tailandia 2004) y cinco Juegos Olímpicos (Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012, Brasil 2016 y Tokio 2020), obteniendo dos preseas de plata. 

“No van a tener una Formiga para siempre, una Marta o una Cristiane. El futbol femenino depende de ustedes para sobrevivir, entonces piensen en eso, valoren más…”, declaró la jugadora cuando Brasil fue eliminada de los octavos de final contra las anfitrionas en el Mundial de Francia 2019. Mostrando que aunque su carrera tiene fecha de caducidad, lo importante es el legado que deja y lo que harán las generaciones venideras.

Afortunadamente para el balompié y para los románticos que aprecian la gambeta, Marta sigue siendo una utopía dentro de los esquemas acartonados que ponen en peligro la belleza de este deporte. 

«Ya no serás rechazada. Las mismas personas que dijeron que eras extraña, que no podías jugar, estarán aplaudiendo mientras pasas. Eres una mujer. Y tú eres futbolista. Sé que todo esto parece tan lejos ahora, de pie en la carretera mirando este autobús. Pero todo está bien allí. Y el primer paso está a sólo 2.000 kilómetros de distancia».

Por: Georgina Larruz y Samantha González

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