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Paco de Lucía

Un hombre de 66 años y un pequeño de diez patean un balón en la playa. La pelota es un sendero que recorren juntos, una alegre vereda que los hace dialogar. Son padre e hijo. Paco y Diego, respectivamente. De repente el mayor comienza a sentir un dolor intenso en el tórax. Paco logra llegar con vida al hospital, pero no consigue salir de ahí con ella. Aquel 25 de febrero no sólo partía un padre o un aficionado al futbol, sino que se marchaba uno de los grandes nombres propios de la guitarra del siglo XX, Paco de Lucía. 

El Genio de Paco de Lucía

Paco de Lucía es todo un símbolo no solamente del flamenco, sino de la guitarra en general. Su maestría y exquisitez al momento de acariciar las seis cuerdas han hecho de él todo un referente. El nacido en Algeciras, España, creció en una familia ya célebre dentro del mundo del flamenco, lo que le posibilitó codearse con grandes figuras de este género.

Con doce años comenzó a actuar y cuando cumplió los catorce ganó el Concurso Internacional de Arte Flamenco de Jerez de la Frontera. Este fue el momento en el que su carrera despegó, ya que fue contratado como tercer guitarrista del Ballet Clásico Español, lo que lo llevó a Estados Unidos.

A finales de los años sesenta colaboró con figuras de la talla de Fosforito, El Lebrijano y Camarón de la Isla, con quien grabó varios álbumes a dueto. Con el lanzamiento de Fuente y caudal logró pasar del público especializado a las grandes masas, lo que impulsaría un ascenso meteórico que terminaría por convertirlo en un símbolo absoluto de las seis cuerdas.

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De Lucía siempre tuvo claro que el ejercicio musical era una carrera de resistencia contra la soledad. En más de una entrevista llegó a declarar que para tocar bien hay que convertirse en un claustro. Aislarse y tocar durante horas, durante días, para que las cosas queden bien. Este tortuoso proceso solía trastornar al guitarrista, que llegó a declarar que cuando se encontraba inmerso en el proceso creativo sentía tanta ansiedad, que solo pensar en recibir visitas lo hacía temblar.

Y es que su relación con las seis cuerdas siempre fue un ir y venir. De niño tuvo que abandonar la escuela para dedicarse cien por ciento a la guitarra. Este instrumento lo catapultó a lo más alto del estrellato mundial, al mismo tiempo que le arrebató los mejores años de su vida.

El balón como pivote

Consciente de lo peligrosos que eran los claustros de las seis cuerdas, Paco de Lucía siempre llevó un balón ahí donde iba como método de liberación. Afirmó que era precisamente el contacto con la gente lo que le ayudaba a soltar la tensión acumulada durante los largos períodos de soledad. La pelota se transformó en un puente hacia la infancia perdida, así como hacia las personas, lejanas cuando era el guitarrista prodigioso.

Un requisito indispensable para ser parte de los músicos que lo acompañaban era saber jugar a la pelota. Ahí donde iba, solicitaba a los promotores armar partidos de futbol contra su equipo.

También hubo la otra faceta, la de aficionado. Era merengue y un gran admirador de Raúl, a quien pudo conocer gracias a Richi Castellanos, luego de muchos años en los que no lograban coincidir. El mismo Raúl era un gran admirador del guitarrista, pero no es el único en el mundo del balompié. Quizá el más conocido es el gran César Luis Menotti, quien abiertamente se ha declarado admirador de Paco en más de una ocasión, usándolo incluso para explicar cuestiones pamboleras.

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Alguna vez le preguntaron sobre el desempeño de Messi previo a un Mundial, a lo que contestó: “No se reserva para el Mundial. Eso es como decir que Paco de Lucía tocaba peor en su casa que en un escenario”.

Cerca de los cincuenta años declaró que cada vez pensaba más en el tiempo, en el hecho de que no le quedaba mucho y de lo que deseaba hacer en sus últimos días. Playa del Carmen, su gente y la pesca fueron parte de su respuesta, pero es claro que el futbol no estaba ausente de esta ecuación. Su voluntad se cumplió: Sus último momentos los pasó en Playa del Carmen, jugando futbol junto a su hijo menor. Su última caricia no fue para una guitarra, sino para un balón, su acompañante discreto a lo largo del camino.

Por: Alberto Roman / @AlbertoRomanGar

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