Todos hablan del Mágico González como eso: un truco de magia imposible de asimilar. El salvadoreño comenzó a maravillar al mundo previo al Mundial de España 1982, donde sus espectaculares goles fueron pieza clave para llevar a su nación a la justa mundialista. Ya en el torneo, su Selección no ganó un solo partido y recibió 15 goles en contra. Sin embargo, el Paris Saint Germain estaba dispuesto a pagar una fuerte suma de dinero por el centroamericano.
Pero la gran capital francesa era una aventura demasiado grande. Se dice que Jorge Sergio Alberto González Barillas no se presentó en la firma con el club francés, quizá fue solo un síntoma de su informalidad.
Prefirió irse a Cádiz, al sur de España. Ahí, el Mágico hizo una labor de ilusionismo que enamoraba a sus compañeros, a su técnico y a todos los que lo veían. Creador de la elástica, dominaba el regate, el golpeo, la visión de campo… un crack en toda la extensión de la palabra. El mismo Maradona se rindió diciendo que el Mágico era mejor que él.
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Pero como todo genio y figura, sus detalles extra cancha eran demasiado notorios para dejarlos pasar -como su habilidad para dormir hasta 20 horas seguidas en cualquier lugar-. Cuentan que alguna vez se quedó dormido en una discoteca, de las que era aficionado -aunque curiosamente no bebía alcohol-, y que ésta cerró con el Mágico adentro. Distintos portales señalan que el club tuvo que asignar un empleado solamente para ir a despertar al Mágico González.
Situaciones así hicieron que el Cádiz se quisiera deshacer de él. El Barcelona lo tuvo a prueba un tiempo, pero incidentes similares no lo dejaron destacar en el conjunto blaugrana. Para el Mágico, la vida y el profesionalismo eran un juego, y él los enfrentaba como a las defensas rivales: cínico y con una sonrisa.
Regalaba la ropa, no recogía su paga… solo alguien que se comporta así en la vida, sin esa ambición en la que es muy fácil caer cuando se vive en un mundo como el del futbol, es capaz de hacer todo lo que el Mágico hacía. Esa fue su desgracia y su virtud: lo tuvo todo y no lo quiso. Un acto incomprensible para muchos, pero que nos cautiva.
«Gracias a Dios, me siento bien conmigo mismo. No sé quién sería ése que imagina la gente. Me gusta vivir a mi manera».
Algo que repite a menudo, cuando se le pregunta qué hubiera sido si se hubiera cuidado más. Probablemente es mejor así. Como los buenos trucos de magia: quedarnos solo con la idea y el recuerdo es más que suficiente. La Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS) lo nombró como el mejor futbolista salvadoreño de la historia. ¿Lo conocías?
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Por: Bernardo OV / @bernaov