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Para Míster Alo.

I

El 15 de octubre de 1966, un día después de que el secretario de defensa Robert McNamara le admitiera al presidente Johnson que la guerra en Vietnam era caso perdido, y un día antes de que  Leonid Brézhnev se convirtiera en el nuevo líder de la URSS, entre la luna que escondería a Lucio Cabañas y el sol que vampirearía a los comensales del Baby’O, nació Jorge Campos Navarrete. 

II

Seis meses antes, el 28 de Julio de 1966, a las 13:14, hora de Acapulco, una magistral volea del portugués José Torres esquivó las manos del legendario Lev Yashin, sepultando las esperanzas Soviéticas de quedar terceros en una copa del mundo. Fue, sin embargo, la mejor actuación que el difunto país tendría.

Con un estilo de juego ultradefensivo, inspirado en el Internazionale de Helenio Herrera y con el único portero que ha ganado el Balón de Oro bajo palos, la selección entrenada por Nikolai Morozov, logró imponerse ante Corea del Norte, Italia y Chile en la fase de grupos y Hungría en los cuartos de final. Para las semis, el rival fue Alemania Occidental. A pesar de que ambos países solo se habían enfrentando en una ocasión durante un amistoso, la rivalidad era candente.

III

El 26 de Octubre de 1917, entre los primeros rayos de luna y las llamas del palacio de invierno, el cielo de Petrogrado brillaba. Bajo el, Vladimir Ilyich Ulyanov Lenin; se paró frente al Segundo Congreso de Soviets, y entre aplausos dijo:

—Ahora que la guerra ha terminado, construiremos un orden socialista. 

Tras una lucha que, en las palabras de Zapata,  fue «visible analogía, marcado paralelismo, [y] absoluta paridad» (1) con la revolución agraria en México, los rusos, basados y derivados de las ideas de Karl Marx, buscaron crear una sociedad y economía comunista. Un orden en el que la labor del proletariado no sería explotado con el fin de saciar las demandas del Capital, o una clase burguesa. Un orden en el cual dicha labor se haría de forma libre, saciando las necesidades de la sociedad. En resumen, un orden que se regiría bajo la famosa frase, «de cada uno de acuerdo con su habilidad, a cada uno de acuerdo con su necesidad» (2).

Cinco años después, en 1922, tras el fin de los conflictos en Ucrania, Bielorrusia, Georgia y  Kazajistán, entre otros, se formo la Union Soviética. Un año más tarde, el Consejo de la Cultura Física de la Union, crearía el primer campeonato de fútbol. En 1934, esta misma institución fundaría la Federación de Futbol de la URSS. 

Del otro lado del charco, Estados Unidos, tercer lugar de la primera copa del mundo, había mitigado moderadamente su miedo al comunismo, estableciendo relaciones diplomáticas con los Soviéticos. A la par de esto, sus defensas ante los encantos del deporte más bello del mundo crecían. Una longeva guerra entre la LSA (Liga de Soccer Americana) y la LPSE (Liga Profesional de Soccer del Este) forzó a la federación a pedir la intervención de FIFA. El fallo terminó con el conflicto, sin embargo la intervención de un organismo internacional no sentó bien con la afición. Pronto comenzaron acusaciones contra la federación de ir en contra de los valores americanos y el deporte que representaban se empezó a ver como poco más que un juego de extranjeros.

A la par de esto, con el boom económico de los 20’s derivando en una crisis de sobreproducción vino la gran depresión de los 30’s: los salarios se desplomaron mientras que el costo de vida aumentó, tornando tres comidas al día en un lujo y un boleto para un partido de fútbol en despilfarro. En 1933 la liga se desmantelaría, y como poético epitafio, al comenzar la segunda guerra mundial, mientras en países como Alemania se hacía todo para que sus ligas de futbol continuaran operando con la esperanza de que mantendrían la moral viva y el deporte se podría usar para legitimar ideologías, en Estados Unidos, los archivos de su difunta liga de futbol se quemaban.

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IV

La misma guerra que le dio al mundo aquella romántica historia sobre una tregua navideña y pambolera (2) y consolidó el fútbol como el deporte mundial , puso el destino del mundo en manos de los alemanes, quienes tenían que decidir entre «comunismo o barbarie», como escribiría una de las protagonistas de esta saga, Rosa Luxemburgo. En 1912 la SPD (Partido Socialdemocrata) era la fuerza política más grande del Imperio Alemán (cuya bandera, al día de hoy, sigue siendo la inspiración de los uniformes de la selección Alemana). Sin embargo, cuando varios miembros de alto rango del partido traicionaron sus ideales al aceptar el financiamiento de la guerra y dejar atrás la idea de una revolución, dos de sus miembros más populares, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo formaron el Spartakusbund: un grupo radical que, con la ayuda de trabajadores y soldados, comenzaría la revolución Alemana de 1918. 

Defenderse, apechugar, y esperar el pitazo final, es, para muchos, el derecho de los débiles; es también, para varios, la filosofía detrás del cattenacio. Para el marxista italiano Toni Negri, «el cattenacio es lucha de clases» (5). En aquella semi-final de 1966 los Sovieticos resistieron los incesantes ataques de Alemania Occidental hasta que un tiro-tropiezo chicharitezco de Helmut Haller al 48’ seguido por un golazo de Beckenbauer al 68’ los obligo a buscar el gol. El fútbol les daría falsa esperanza en la forma de un gol de Valery Porkuyan al 88’. 

Años atrás, sus antepasados revolucionarios también habían puesto toda esperanza en su resiliencia y el actuar alemán. Aquellos primeros Soviéticos, débiles, aislados, con los poderes mundiales más grandes en su contra y atascados en una economía cuasi-feudal (6), esperaban con ansias lo que en ese entonces parecía inevitable: que un país con una industria ampliamente desarrollada y una clase trabajadora conscientemente política y organizada, se convirtiera en el primer país socialista industrializado y su aliado. Pero, en 1919, tras un complot interno desde la SPD, el asesinato de Luxemburgo y  Liebknecht, y la fatiga de un pueblo ante revoluciones y guerras, los alemanes matarían por primera vez las esperanzas Soviéticas. Sin embargo, en esa ocasión, en lugar de una copa del mundo, el triunfo de los capitalistas Alemanes plantaría las semillas de la barbarie. 

V

En 1933, con un nombre tan contradictorio que fue capaz de capturar la desesperanza, el partido Nacional Socialista llegó al poder. Dentro de sus janicas propuestas: reproducción y esterilización, modernización y tradición, vida y exterminio, división y unificación. Todas a todos los aspectos de la vida. Hitler, como muchos otros políticos, entendía el poder del fútbol para consolidar y esparcir ideologías. Bajo el mando Nazi se formaría la Gauliga. Por un lado unificaba todo el fútbol alemán bajo un organismo. Por el otro, excluía a todo jugador judío y a cualquier equipo formado exclusivamente de trabajadores. De los que quedaron, el más triunfador fue el Shalke ‘04, que llegó a ganar más de 6 títulos. De este equipo se nutriría una selección alemana que en los cuartos de final de las olimpiadas de Berlin 36, perdería 2-0 contra Noruega. Haciendo que Hitler nunca más se presentara a un partido de fútbol. 

Para la Copa Mundial de 1938 en Francia, el tercer Reich había comenzado a expandirse. Con el permiso de Inglaterra, Francia e Italia, los nazis colonizaron Checoslovaquia y Austria; apropiándose de paso a varios jugadores austriacos del Wunderteam que un mundial antes se había ganado la admiración del mundo y el cuarto lugar. Sin embargo, de poco sirvieron aquellos refuerzos, pues la Alemania Nazi no fue capaz de pasar de la primera ronda. 

Un año más tarde la Union Soviética y Alemania firmarían el tratado Molotov–Ribbentrop, un pacto de no agresión con el que los soviéticos ganaban tiempo de preparase para lo inevitable: la expansión Nazi por el frente occidental. En 1941, bajo el nombre de operación Barbaroja, la invasión comenzó. Un año después Hitler había tomado Ucrania. 

Cuenta la leyenda que, con la intención de apaciguar a los ciudadanos de Kiev, el general Eberhardt organizó un partido entre el Dynamo y el equipo Alemán. A pesar de tener meses sin poder entrenar por la guerra, los de Kiev se fueron al descanso ganando 1-0. Eberhardt entraría al vestidor al medio tiempo y les prometería una ejecución si no se dejaban ganar. Con más orgullo que miedo, los ucranianos saldrían a darle una alegría a su gente clavando tres más y recibiendo solo uno en contra. El castigo se aplazaría a cambio de una petición: la revancha. Misma que termino con un 6-0. Y así, como si la confianza en su ilusoria superioridad truncara su necia crueldad, los alemanes pidieron cuatro partidos más: un 5-1, 3-2, 3-2, y 8-0 respectivamente. Esta última derrota alemana, presagio de lo que vendría tres años después, terminó con la serie, la vida de algunos jugadores y la libertad de otros. La valentía del equipo de Kiev permanece, como la de aquellos que pelearon en los otros campos, en las memorias de nuestra miseria.

Por: Hector Maccise

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Referencias:

  1. https://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/6Revolucion/1918-C-RR-JA-EM.html
  2. Critica al programa Gotha 
  3. (https://apuntesderabona.com/la-tregua-de-navidad

4.https://www.liberation.fr/hors-serie/2006/06/02/en-italie-le-catenaccio-c-etait-la-lutte-des-classes_43099/

  1. https://www.marxists.org/espanol/trotsky/eis/1925-1926-a-donde-va.pdf
  2. https://www.youtube.com/watch?v=h7x8ypMZilg

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