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Rafael Videla

“Los que creen que el deporte
no tiene nada que ver
con la política
o no saben nada de deporte
o no saben de política”
(Gerardo Cateano Hargain)

Por su naturaleza, la esencia del futbol le ha llevado a globalizarse hasta tal punto en que, sin importar las distancias geográficas, la Tierra es el balón que se patea como un mismo idioma. Aunque esto también trajo como consecuencia que en ese lenguaje se inmiscuyera un concepto deplorable: politización.

El 25 de junio de 1978, en el Estadio Monumental de Buenos Aires, se disputó la final de la Copa Mundial de futbol entre la Selección Holandesa y Argentina. En ese mismo instante y a tan solo 700 metros de la fiesta mundialista, se encontraba la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los tantos sitios que fue el principal centro clandestino de detención, tortura y muerte de la dictadura argentina (1976 a 1983), y donde el presidente Jorge Rafael Videla fue el protagonista.

Mundial 78: coartada de la dictadura

Desde que la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), encabezada por el francés Jules Rimet, anunciara la organización del cotejo a nivel de selecciones más importante del mundo, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) postuló a su país como candidato serio para presidir tal acontecimiento. Sin embargo, la máxima federación del balompié simplemente no prestó mayor atención ante tales pretensiones.

De a poco, el indiscutible futbol que mostraba el seleccionado argentino y la pasión desbordada de sus fanáticos, obligaron a la FIFA a considerarles como posible anfitrión del cotejo mundial. El organismo realizó su 35º Congreso en Londres, Inglaterra, esto con fecha del 6 de julio de 1966. Fue ahí cuando Argentina fue elegida para ser sede en 1978.

Cuando la fecha pactada se cumplió, los fieles del balón y la República de la Argentina dieron la bienvenida en 1978 a diversas naciones, quienes se sumarían a la épica por la conquista de la corona como la mejor selección de futbol. Un total de 16 selecciones arribaron a Río de la Plata: 3 de Sudamérica (Argentina, Brasil, Perú), 10 de Europa (Alemania Federal, Austria, Escocia, España, Francia, Hungría, Italia, Holanda, Polonia, Suecia), uno de África (Túnez), uno de Norteamérica (México) y uno de Asia-Oceanía (Irán).

El formato del Mundial del 78 funcionó de la siguiente manera:

  • Se dividieron en 4 grupos a las 16 selecciones clasificadas, los cuales se conformaron por 4 equipos cada uno.
  • Las selecciones que comprendían cada grupo jugaron entre sí.
  • Cada victoria daría 2 puntos al vencedor, el empate daría 1 punto y ningún punto para el derrotado.
  • A la siguiente ronda solo clasificaron los 2 equipos con mayor número de puntos de cada grupo.
  • La siguiente ronda contó con una nueva fase de grupos, comprendida por 2 grupos, cada uno con 4 equipos.
  • La selección de cada grupo que terminó con mayor número de puntos fue la que clasificó a la final.

A la par de dicha celebración futbolística, se estaba gestando una historia paralela, una que había comenzado a escribirse años atrás. Toda esta mezcla de realidades ponía en escena a dos entes que sacudían —para bien y para mal— a la Argentina: el futbol y a Jorge Rafael Videla.

¿Libertad?

El 24 de marzo de 1976 se perpetuó un golpe de estado al gobierno de María Estela Martínez de Perón. Tal acto se dio con Videla a la cabeza del movimiento, quien en ese momento ostentaba el cargo de Comandante General del Ejército Gubernamental. Cuando la milicia se hizo del poder, la figura de la Presidenta de Perón fue sustituida durante cuatro días por una junta militar, hasta que el 28 de marzo de ese mismo año, Videla asumió la presidencia de la nación.

Al tiempo que el gobierno democrático caía a manos del ejército, la Selección Argentina se encontraba jugando un partido amistoso ante su similar de Polonia, a quienes derrotarían por un marcador de 1-2. Aquel 24 de marzo de 1976, el nuevo régimen que se hizo también del control de los medios de comunicación, solo se dedicó a transmitir los comunicados de la junta militar y claro, el encuentro de la selección albiceleste también fue televisado. Todo estaba prohibido menos el futbol.

A la llegada del General del Ejército al poder, inició el denominado “Proceso de reorganización Nacional”, que consistió en eliminar cualquier rastro de ideología peronista, doctrina que era la base del anterior gobierno. Videla sostenía que Argentina no progresaría si permanecían en ese camino. Así que ahí inició el lúgubre camino de asesinatos y desapariciones de aquéllos que comulgaran con el peronismo. La palabra eliminar resultó ser algo más que una metáfora.

Para continuar con los preparativos para recibir el Mundial, el régimen argentino creó el Ente Autárquico Mundial 78, entidad que se encargó de organizar la justa del balompié. Por supuesto que dicha asociación estuvo controlada tanto por militares como por marinos. Es importante mencionar que el brasileño Jean-Marie Faustin Goedefroid de Havelange, quien en ese entonces fungió como Presidente de la FIFA, permitió sin mayor problema la intromisión de esta delegación.

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En una entrevista otorgada el 17 de febrero de 1978 para la revista argentina Somos, el entonces Secretario de Hacienda de la Nación Argentina, Juan Ernesto Alemann comentó: “El Mundial se infló, hubo un exceso de gastos”. Dijo que el torneo “(…) embarcó a todos los argentinos en un negocio que sólo dejó pésimos dividendos”. Calculó que los costos totales generados desde el 24 marzo de 1976 hasta el 25 de junio de 1978, llegaron a los 700 millones de dólares.

El Ente Autárquico disponía de fondos sin límite alguno. Construyeron nuevos estadios; en Córdoba, Mendoza y Mar del Plata; se remodelaron otros tres ya existentes (River, Vélez y Rosario Central; crearon un edificio para la emisora Argentina 78 Televisora (A78TV, canal oficial de la dictadura), también se edificaron hoteles, rutas y nuevos sistemas de comunicación.

Aunque la entidad fundada para organizar el Mundial se encargó de costear otro tipo de “necesidades” administrativas. Por ejemplo, se remodeló la Escuela de Mecánica de la Armada, mejor conocida como ESMA, predio que desde 1924 hasta 1976 fungió como un centro de instrucción técnica y militar. Sin embargo, la nueva dirección gubernamental pronto comenzó a utilizarle como el lugar en el que cometió indescriptibles violaciones a los derechos humanos.

Desde la toma del gobierno por la fuerza de parte de Videla, inició en Argentina una dictadura. El síntoma de represión y violencia era ya una enfermedad. Quienes de manera abierta no compartían el mismo pensar que el nuevo gobierno automáticamente se convertían en enemigos. Literalmente Videla y compañía les llamaron “subversivos” y “terroristas”. Los asesinatos y desapariciones comenzaron a gestarse.

Los jóvenes fueron quienes en mayor medida mostraron disparidad y resistencia ante el terror hecho dictadura por parte del gobierno, esto trajo como consecuencia que tanto desapariciones como muertes tuviesen mayor repercusión en dicho sector. Como respuesta ante tal barbarie es que nació una asociación conocida como Abuelas de Plaza de Mayo, esto el 30 de abril de 1977. Este grupo de mujeres encontraron su causa al querer hallar a sus hijos desaparecidos, aunque la búsqueda no se limitaba solamente a ellos, sino a los hijos de sus hijos; pues mujeres embarazadas también fueron secuestradas, así que niños nacieron bajo cautiverio. Videla mataba a los hijos de la Argentina.

Ramón Camps, ex Jefe de la Policía Política de Buenos Aires, definió así las acciones de las Abuelas de Plaza de Mayo: “Esas señoras están continuando la lucha subversiva de sus hijos”.

Todo esto no resonaba en los medios de comunicación nacionales, a los que, por supuesto, el gobierno controlaba, pero encontraba eco entre la sociedad, que no dejaba espacio para el silencio. Los lamentos y alaridos de crítica al gobierno fueron escuchados por la prensa internacional, la cual juzgaba a la FIFA por permitir que el Mundial pudiese llevarse a cabo en la Argentina, sin embargo la dictadura no dejaría de patear el balón.

Rebeldía y erudición

Al tiempo que Rafael Videla encabezaba la dictadura militar, César Luis Menotti ocupaba el cargo como timonel de la albiceleste. Menotti, como jugador, brilló en la media cancha –el armador–; su técnica depurada, lógica para el juego asociado, metódico y con gran remate de media distancia hacían juego con su personalidad: rebelde, crítico e irónico al momento de opinar.

“Juego así porque así debe ser. No voy a renunciar a lo que pienso porque los otros jueguen de distinta manera. Fútbol hay uno solo”, llegó a comentar después de un partido. Pero Menotti fue mucho más que un buen futbolista en su pasado, y era mucho más que declaraciones dignas de horas y horas de análisis por la prensa. La manera en que teorizaba el futbol y el cómo lo llevaba al césped era lo que irremediablemente le tenían predestinado a convertirse en técnico de la Argentina, a la que arribó en 1974.

“El fútbol tiene 4 acciones básicas: defender, recuperar la pelota, gestar jugadas y definir. Y la conclusión de esto debe ser el gol, por lo que se debe priorizar el atacar, no jugar lindo, sino jugar bien”, señaló el rosarino para el diario argentino El Clarín en 2018.

La teoría se consumía mucho más que a la perfección en la práctica con sus hombres del campo. Entre las filas de la selección el estratega contaba, por ejemplo con: Ubaldo Fillol (arquero), Daniel Passarella (defensa), Rubén Pagnanini (defensa), Alberto Tarantini (defensa), Osvaldo Ardiles (mediocampista), Rubén Galván (mediocampista), Daniel Bertoni (delantero), Mario Kempes (delantero), entre otros. Estos futbolistas tomaban los bocetos de Menotti y terminaban los trazos finales de esa pintura: ganar y jugar bien.

Recuperar la caprichosa, ya sea en defensa, medio campo o al ataque. Tratar el balón con el respeto que se merece, no pateándole sino acariciándole. Pasión presente en cada jugada. Y claro, consumar el ansiado gol. Es así que esa Selección Argentina jugaba.

Todo este espectáculo no pasó desapercibido para Videla y su séquito, quienes utilizaron la buena imagen erigida por el equipo nacional para mantener —o al menos tratar de hacerlo— en hipnosis a la Argentina. El gobierno encontró en el futbol el potencial propagandístico ideal para camuflar la realidad. En mayo de 1978, Videla visitó el campamento de la Selección Argentina. “Así como el comandante arenga a su tropa antes del combate, así he querido hoy frente a ustedes, a través de esta visita, exhortarlos a que se sientan y sean realmente ganadores”. Sentenció a los seleccionados.

Sin embargo, el gobierno descubrió en el flaco —como le apodaron a Menotti— a un opositor declarado de su régimen. Y es que el hecho de vestir traje y haber colgado los botines no le eximieron de declarar sin problema alguno que apoyaba al Partido Comunista frente opositor abierto de la dictadura.

Conspiración y futbol

El cotejo mundialista inició sin contratiempo alguno el 1 de junio de 1978, y en su discurso el presidente argentino expresó: “Bajo el signo de la paz, declaro oficialmente inaugurado este 11º Campeonato Mundial de Fútbol 78”. Así dio paso al primer partido de ese campeonato. El Estadio Monumental estaba colmado por almas sedientas de goles, al tiempo que las gargantas transpiraban el nombre de los mortales hechos dioses. La ansiedad inaudita por querer eternizar un evento tan fugaz como lo es un Mundial se podía respirar. Y caprichoso futbol: Alemania Federal contra Polonia fue el primer juego.

La presión política y social formaron un complicado vínculo inherente a la Selección Argentina. La evidente presión por parte del gobierno y la que se formó en la sociedad, parecieron no haber menoscabado en el desempeño dentro del campo por parte de la albiceleste.

El conjunto dirigido por Menotti consiguió 6 puntos de 9 posibles. Derrotó con un marcador de 2-1 a Hungría y Francia, pero cayó 0-1 ante Italia, por lo que llegó a la siguiente ronda como segundo mejor del grupo, solo por debajo del cuadro itálico.

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Ya instalados en la segunda fase, la albiceleste compartió grupo con: Brasil, Polonia y Perú. Los argentinos ganaron 2-0 al combinado polaco, y empataron 0-0 ante los brasileños. Llegaron al tercer partido contra Perú con una condicionante.

El equipo verdeamarelha habiendo ya jugado sus tres partidos, contaba ya con 5 puntos, 6 goles a favor y 1 en contra. Argentina llegó a su último encuentro sabiendo los números que necesitaba, hasta ese momento tenía 3 puntos, 2 goles a favor y ninguno en contra. Esto significaba que si quería conseguir el pase a la final tendría que derrotar por al menos con una diferencia de 4 goles al seleccionado peruano. De tal manera que, empataría en puntaje a Brasil pero los goles a favor lo encaminarían como líder del grupo.

Argentina se alzó con la victoria, 6-0 fue el marcador final que encuadró un cotejo que, a través de los años ha sido cuestionado. Por ejemplo, se ha señalado al arquero del seleccionado inca, Ramón Quiroga, quien nació en Argentina pero se nacionalizó peruano. O bien, mucho también se ha mencionado que, sugestivamente 15 días de terminado el Mundial, la junta militar del gobierno de Videla presentó un decreto oficial en el que otorgaron una donación de trigo a la República del Perú. Se ha mencionado que esta acción formó parte del acuerdo entre ambos regímenes a cambio de la goleada. Aunque tampoco puede dejarse a un lado que Perú tuvo las dos primeras opciones de gol durante el juego, la primera pegó en palo tras un remate del delantero Juan Carlos Oblitas, y la otra, pasó besando el poste en un tiro cruzado del jugador Héctor Chumpitaz.

La mecánica naranja sin engrane

El estandarte del Seleccionado Holandés, Johan Cruyff no acudió al Mundial de Argentina 78. Por mucho tiempo se habló de ello, llegando a mitificarse la versión que lo enmarcaba en activismo político. Se decía que no asistió por estar en desacuerdo con que el torneo se celebrara en un país donde había una dura dictadura represora. Pero la realidad es otra.

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En el año 2010, en una entrevista otorgada a TV3 a la carta, programa de la emisora Catalunya Radio, Cruyff comentó: “Era 1978 en Barcelona, y yo estaba en casa, en un edificio de departamentos, viendo un partido de baloncesto en el televisor, cuando lo que pensé que era un mensajero llamó al timbre. Pero cuando abrí la puerta me encontré con una pistola que apuntaba a mi cabeza y me obligaron a tumbarme bocabajo. Todos estábamos en casa. Los niños estaban en su cuarto, el hombre le dijo a mi esposa que se colocara también en el suelo. Yo intenté razonar con él: «¿Quieres dinero? ¿Qué quieres?». Me ató y me amarró a un mueble. Para hacerlo, tuvo que dejar la pistola un momento, y entonces mi esposa se levantó y salió de la habitación y del edificio. El cabrón la persiguió. Yo pude liberarme y coger la pistola para asegurarme de que él no la tomara. Hubo tantos gritos que los vecinos llegaron enseguida a nuestro departamento”.

El intento de secuestro había afectado al capitán holandés. Así que no dudó en hacer a un lado el futbol, no dudó en renunciar a la cita mundialista para poder quedarse con su familia. Sin embargo, durante ese momento, y por cuestiones legales se le prohibió a Johan hablar de tal suceso. En su momento solo expresó que no iría a Argentina porque no se encontraba en un buen estado mental y físico.

Tango argentino: pasión y dolor

Holanda sin Cruyff llegó a la final, Argentina con Kempes se instauraba en la cita futbolística definitiva. El 25 de junio de 1978 se disputó la final entre Argentina y Holanda. El escenario elegido fue el Estadio Monumental. Mientras el telón de la noche se iluminaba por fuegos artificiales que llenaban las pupilas de los fanáticos, la penumbra seguía azotando la mirada de otros tantos, quienes no hacían más que abrazar a la soledad.

Antes de saltar a la cancha en la final contra los holandeses, Menotti juntó a sus jugadores en el vestuario para repetirles las palabras que en cada juego desde que inició el Mundial había dicho ya: “Salgan y miren a la gente. Recuerden que juegan por ellos, para sus familiares, para sus amigos, para los argentinos y para nadie más”.

En el 38´ del primer tiempo, el Matador Mario Alberto Kempes abrió el marcador para los locales. Sin embargo, al 82´del segundo tiempo, Holanda igualó el encuentro con un gol del mediapunta Dick Nanninga.

El guion se alargó a tiempos extra. Y quién más sino Kempes, el 10 albiceleste, dio una nueva estocada a los tulipanes al 105´, para así brindar un nuevo brío de oxígeno a la Argentina. El centro delantero Daniel Bertoni acabó con cualquier aspiración de la naranja mecánica cuando anotó el tercer y último gol al 115´. Los argentinos eran campeones del mundo.

Al tiempo que cada suspiro, arrebato, preocupación y grito del gol llenaban el celeste y blanco de Argentina, a tan solo 700 metros del Estadio Monumental, en la ESMA se encontraban miles de desaparecidos por el gobierno. Nadie suponía que a tan pocos pasos de la fiesta y estupor mundialista, el dolor y lamento compartían el mismo suelo.

Infinidad de papelitos blancos cayeron en el césped del Monumental hasta colmarlo de felicidad. Por su parte, mientras aquella gloria sucedía, infinidad de cuerpos caían en la desembocadura del Río la Plata, el mar Atlántico y al delta del río Paraná. La dictadura de Videla arrojó cuerpos de los desaparecidos desde aviones y helicópteros. Algunos vivos y otros más ya fallecidos. En Argentina llovió muerte.

La dictadura militar bajo el yugo de Jorge Videla fue una de las más dramáticas de todas las que se impusieron en la segunda mitad del siglo XX en América Latina, en palabras del historiador José Manuel Azcona. Los cálculos hablan de que casi 30.000 argentinos fueron ejecutados.

Es innegable la fuerza con la que el balompié irrumpe por donde el balón ruede. Impacto social que no ha pasado desapercibido para aquéllos que se encuentran al mando de naciones. De tal manera que han terminado por transgredir ciertos límites hasta borrarlos para convertir el futbol en parte de la maquinaria política.

Gritos de goles y gritos de voces que se apagaron. Ecos que a pesar del tiempo no se olvidan.

 

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Por: Ricardo Olín / @ricardo_olin

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