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infantino qatar

El futbol y la política están íntimamente relacionados. Para bien o para mal. Queramos o no. Explícita o implícitamente. Usualmente no nos gusta mucho esta conexión porque “mancha” el micropresente. Mancha la adrenalina vivida y transmitida por los 22 en cancha, y la magia que se vive corriendo tras el balón, o alentando desde la tribuna. Algo único, muy personal, pero a la vez global y compartido. Porque es capaz de envolver a todo el mundo cada 4 años. Qatar ha sido, en ese sentido, un mundial muy especial.

Creo que no me molesta esta asociación, porque si bien el vínculo político no es el único y no explica, ni de chiste, todo lo que el balón puede tocar, más allá de “mancharlo” , te muestra como es. Humano. Y lxs humanxs somos animales políticxs.

En ese sentido, en la cobertura de este mundial en particular, hubo una palabra no futbolística en todos lados. En medios mainstream y en coloquios un poco más formales. “Sportswashing.” Pero… ¿qué entendemos por sportswashing?

¿De dónde nació?

Según Michael Skey, “sportswashing” es un neologismo producto del avance de tecnologías digitales a fines de los 90 que describe cómo regímenes buscan mejorar o cuidar su reputación en el plano internacional a través del deporte. Ya sea mediante la organización de mega eventos deportivos con entidades supranacionales, o la incursión económica en ligas de visibilidad internacional. Todos amplificados por las redes sociales y tecnologías digitales actuales.

La primera vez que se usó esta palabra fue en 2015. Gulnara Akhundova, activista en pro de los DDHH criticó en el Independiente de Reino Unido que los Juegos Europeos, como competencia de alto rendimiento y prestigio, iban a ser en Baku, Azerbaijan. A pesar del pobre historial que tiene ese país en respeto a DDHH. Igual al revuelo que levantó Qatar.

Boxing included in the European Games Baku 2015 programme - European Boxing Confederation
EUBC

Desde entonces hemos visto una cascada de eventos que caen en esa descripción. Que una etapa del Giro D’Italia fuera en Israel, torneos de tennis, futbol y la fórmula 1 en Arabia Saudita, la pretemporada en Myanmar del Leeds, Rusia 2018, Qatar 2022, la compra del Manchester City por el grupo Abu Dhabi United, y la compra del Newcastle por un consorcio saudí árabe.

Pero creo que lo más interesante del término es el “washing”. ¿Qué es lo que se lava? ¿Todxs pueden “lavar” cosas? ¿Depende de qué laves el juicio? Y es en estas preguntas que vienen los eufemismos y las sutilezas.

Desgranando el concepto

Primero, “washing” no es lo mismo a “laundering”. El primero es más light que el segundo, ya que “laundering” se usa para procesar lo “sucio”, todo aquello (principalmente dinero) que viene de “crímenes”. Pero se refieren a crímenes en los que hay sangre, o que no son de cuello blanco. Porque al final, la corrupción se da alrededor de delitos de cuello blanco, que aunque sean de cuello blanco, son delitos también. Como son menos visibles esos no “laundered,” son “washed”.

Segundo, sportswashing convive con una larga lista de washings: whitewashing, greenwashing, pinkwashing, etc. Whitewashing fue el primer concepto de este tipo. Nació del campo de la pintura de obras de construcción, y es usar pintura blanca barata para darle una pasadita a la pared y así cubrir u ocultar defectos estructurales o sustantivos.

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Entonces el término washing implicaba tres cosas: 1) un defecto. 2) Intención de esconder el defecto. 3) Imposibilidad de realmente arreglar el defecto. (Por eso se busca una salida fácil de encubrimiento.)

Con green washing, el término se empezó a suavizar. Volkswagen sí alteró datos, en 2015, para dar la impresión de que sus coches diesel sí se ajustaban a los estándares ambientales. Pero en realidad, green washing se refiere al marketing diseñado para exaltar los valores o atributos ambientales de un producto, con el fin de distraer al consumidor de otros factores como el servicio, calidad, costo. Pero ya no precisamente para ocultar algún defecto. Al final del día, los consumidores sí han ido prefiriendo productos priorizando su aporte ecológico, quizá por encima de otras cosas. Por lo que resaltar los atributos ecológicos como deseables, hacen a un producto valioso, con detalles o a pesar de otros factores, pero valioso.

Y esta lógica es la que permeó al pink washing y sports washing. Decir que una empresa dona a campañas de cáncer de mama, aunque le pague mal a sus trabajadores. O que un país es capaz de hacer eventos deportivos de impacto y valor mundial, aunque también tenga un historial de violación de derechos humanos. “Washing” no como encubridor de algo sucio o defectuoso, sino como un polish que hace brillar todo lo otro que tenga un coche a pesar de que tenga golpecitos.

Así la gente puede hablar de la velocidad del coche, cómo ahorra gasolina, en vez de hablar del tallón que tiene en la puerta. La puerta puede brillar, pero el golpecito sí se ve. Hoy podemos hablar del mundial como el mundial de más sorpresas, y en el que más competencia hubo porque equipos no tan tradicionales avanzaron más en la competencia, lo cual, también es cierto.

Sin negar la falta de libertades en Qatar, se puede hablar también y ojalá más (pensando como organizadores), de lo que pasó en cancha, que la final se dio entre dos de los jugadores que están marcando época, y no de lo que pasa en la zona no turística. Esperando también, que las buenas impresiones tengan eco tiempo después del mundial.

¿Quién hace sportswashing?

Lo que sí es muy particular es que “sportswashing” es un concepto que se ha usado en estos años para hablar de como países no occidentales “limpian” o usan el deporte para mejorar su imagen, la cual viene acompañada de la mancha violatoria de derechos humanos. Pueden haber componentes occidentales ahí, como organismos supranacionales (FIFA), competiciones (el mundial, la F1, etc.), equipos (Leeds, Manchester City, Newcastle, PSG, Barcelona), pero los que se ”limpian” porque tienen que limpiarse (parece), son los no occidentales: Qatar, Arabia Saudita, Myanmar. No la FIFA, no los ingleses, quienes pueden caer en racismo (Brexit y expresiones anti-inmigrantes), no el Barcelona que estaba en bancarrota y con muchos problemas en la directiva después del Barcagate, por ejemplo.

Además, dado el mayor descontrol de narrativas que hoy permiten las tecnologías digitales, habrá que ver qué tanto sirve el sportswashing, o barajear la posibilidad de contar también con sports-dempowering. Como Qatar no controla la narrativa de medios internacionales, ni la literatura gris de países occidentales, Qatar también se volvió un megáfono para criticar al anfitrión como no se vio en el pasado: Italia 1934, los JJOO de Alemania 1936, Argentina 1978. Curiosamente, tampoco se había criticado tanto a FIFA, o los valores de FIFA en un mundial.

Ahora, si FIFA es un organismo deportivo y se quiere limpiar, pero el deporte ya no es algo que distrae porque es la esencia de esa organización, ¿cómo lo vamos a llamar?

Imagen
FIFA

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