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El fútbol y la política tienen mucho en común, eso puede ser positivo o negativo, pero lo cierto es que el fútbol mueve a las masas y hasta las controla. Eso lo sabe el estado, y este se ha aprovechado de la atención que absorbe el deporte sobre la sociedad. 

A lo largo de la historia, hemos visto como el estado ha utilizado al fútbol y a sus protagonistas como un pretexto para muchas cosas a su favor. Y lo seguimos viendo, inclusive, ahora, los gobiernos han metido su dinero en el deporte.

“El fútbol es el pueblo, el poder es el fútbol: Yo soy el pueblo”. Era el lema que utilizaban las dictaduras de algunos países de Sudamérica. 

Cuando Brasil ganó el mundial de 1970, en el carnaval de la celebración, el general Médici, aquel dictador de Brasil, les regaló dinero a los jugadores, se retrató con la copa del mundo y la canción “Para Frente Brasil” se convirtió en la canción oficial del gobierno. Otro caso es el de la selección argentina, cuando fueron campeones en 1978, el general Videla utilizó a Mario Kempes como figura para los intereses de su gobierno y hacer un buen acto ante el pueblo argentino sin importarle lo que ocurría en el país.

El general Pinochet. Gobernador de Chile, fue presidente de Colo Colo, el equipo más popular de aquel país. ¿A Pinochet le apasionaría tanto el fútbol? No lo creo. 

Así como en Bolivia, el general García Meza, se apoderó de Bolivia y se hizo presidente del Wilstermann, que en aquella época tenía muchos seguidores en el país. 

“El Calcio, para mí, era el futbol que realmente rezumaba esa imperfección que tanto me
cautivaba, porque se trata de una imperfección tangible, que se puede palpar desde los despachos a los banquillos.

Los Estados observan al fútbol de muchas formas, como una mina de oro o como una ventana para hacia el mundo para aparentar ser los hombres más puros y con las mejores intenciones , y eso es alarmante, se ha hecho a un lado el espíritu futbolero, la gente de trajes caros se beneficia, con bolsillos llenos o saliendo en la portada de los diarios junto a un equipo de fútbol, aparentando ser unos hinchas recalcitrantes. 

Hablemos del “maracanazo” y lo que hay detrás de aquel partido histórico, sobre todo, en la relación política-futbol que rodeaba aquel mundial de 1950 en Brasil y como los uruguayos terminaron echando a perder el plan político del pentacampeón del mundo. 

Resulta que, desde finales de la segunda guerra mundial, Brasil transitaba por un proceso de industrialización e intento aprovechar la justa mundialista para ganar visibilidad, tanto en el escenario político como económico y dar un golpe de autoridad de protagonismo en la región de Sudamérica. 

Aquel estadio municipal, con capacidad para 200,000 personas, que se construyó para el torneo, debía ser la imagen arquitectónica de este “Nuevo” Brasil que iba a estar a la expectativa de todo el mundo. Sin embargo, la imagen política y simbólica fracasó luego de que Uruguay venciera 2-1 a la selección local. 

Algo similar pasó en la copa del mundo de 2014, cuando Alemania venció por goleada a la verde amarella. Pero esto va más allá del césped, y es que no solo fracasó la selección de fútbol, sino que también fracasó un proyecto político impulsado por el gobierno del Partido de los Trabajadores para poner a Brasil en un lugar permanente en la ONU, entre manifestaciones durante la Copa confederaciones un año antes y la durante el mundial de 2014. 

En este sentido, la justa mundialista serviría de apoyo a la política exterior encarada por el país, que se quedó a mitad del camino en medio de una crisis política y económica que enfrento aquel gobierno y el discurso de “La patria de los zapatos de fútbol” se agotó después de aquella derrota de Brasil frente a Alemania de 7-1. 

Hay muchos casos en donde el deporte se ha utilizado como propaganda política. Uno de ellos es el mundial de Italia en 1934 bajo la dictadura de Benito Mussolini, con aquel lema “Vencer o Morir”, así como los juegos Olímpicos de Berlín en 1936, cuando estaba presente la Alemania Nazi al mando de Adolph Hitler, sí, una dictadura ligada a los beneficios del deporte. 

Otro caso es el del mundial de 1978 en Argentina, que casualmente el país enfrentaba años de turbulencias políticas, todo a raíz de la dictadura militar en 1976. Jorge Rafael Videla no solo llamaba a la nación a alentar a la albiceleste, sino también a apoyar a su régimen a partir de un discurso nacionalista, como él  en el discurso para la inauguración del mundial. 

Videla estuvo presente en todos los partidos de Argentina y con esto se volvió un aficionado más ante los ojos de la nación. 

Hay interés por leer futbol pero, ¿Quiénes toman ese riesgo? ¿Quiénes se han atrevido o quieren atreverse a llevar por otro plano el deporte?

Hubo un momento del mundial donde el general y resto de los miembros de la junta militar, estuvieron presentes en el partido de Brasil vs Argentina junto al presidente de la FIFA, Joao Havelange, quien, por cierto, este dio todas las facilidades para que la Copa del Mundo se realizara en un país bajo una dictadura, que se hacía notar a través de la censura, las violaciones a los de los derechos humanos, etc. 

Pero el mayor acto de relación política-fútbol se dio en la premiación, después de que Argentina se convirtiera en campeón del mundo. Daniel Pasarella, quien era capitán del equipo, recibió el trofeo de manos de Jorge Videla, esto era una escena que mostraba lazo de sociedad, nación, gobierno y fútbol. Sin embargo, a menos de un kilómetro de distancia se encontraba la Escuela de Mecánica de la Armada, lugar que era un centro de represión política, donde algunos disidentes políticos estaban presos, torturados y algunos de ellos eran asesinados. 

Y si hacemos referencia a México, podemos resaltar el acto sucedido en 2006, tras unas elecciones polémicas, el presidente Felipe Calderón recibió en los pinos a al conjunto de las Chivas, quien recién se habían coronado campeones del fútbol mexicano. Sabemos que el equipo de Guadalajara juega con jugadores mexicanos y eso era una señal de nacionalismo para el gobierno, aunado a esto, el entonces presidente del club, Jorge Vergara denomina a su equipo como un soldado más para el país, y el equipo rojiblanco se retrata con el ejército, en un contexto donde el país pasaba una fuerte guerra contra el narcotráfico. 

Y recientemente han emergido los famosos “Clubes-Estado”, que básicamente son los equipos que están respaldados financieramente por un país. El ejemplo claro es el del PSG quienes sus patrocinadores son Qatar Airways, Banco Nacional de Qatar, beiN Sports, entre otros. El equipo parisino pertenece a Qatar Investment Authority, quien es un fondo de inversión qatarí. 

Un caso similar y más reciente es del Newcastle, que fue adquirido por uno de los fondos públicos más importantes del mundo, este fondo proviene de Arabia Saudita. Dicho fondo árabe desembolso nada más y nada menos que 400,000 millones de euros por las “urracas”.

Y hay muchos casos, donde la política interfiere en temas deportivos. Pero la pregunta seria: ¿Los políticos se deberían involucrar en temas deportivos?, o mejor dicho, ¿Con qué fin se relacionan los estados con el fútbol? 

No es un secreto que el fútbol es un negocio, pero ¿Quiénes son los más beneficiados?, ¿los jugadores?, ¿los clubes?;  ¿los hinchas?, ¿los gobiernos y las federaciones?

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